sábado, 12 de enero de 2013

Hasta el domingo circula el documental que pide acabar la guerra contra las drogas

Breaking the Taboo es el nombre del sugerente documental que pide un cambio de estrategia global. El objetivo: dejar en evidencia a la fallida guerra contra las drogas, a la que llama "el más grande fracaso de política exterior de los últimos 40 años"

 El documental 'Breaking the Taboo' estará al aire en YouTube hasta el 13 de enero/revistaarcadia.com
En su columna de la revista Semana, Los abajo firmantes Antonio Caballero se ocupa de la carta "potencialmente más importante del último medio siglo". Una misiva/petición que se dio a conocer en diciembre de 2012 firmada por líderes políticos (Juan Manuel Santos, Felipe Calderón, Bill Clinton, Jimmy Carter), que pedían un cambio de dirección en la estrategia global contra las drogas. Junto a la carta, se publicó en internet un documental de una hora llamado Breaking the taboo, que estará al aire de manera gratuita en youtube hasta el domingo 13 de enero.

En el documental, dirigido por Cosmo Feilding Mellen y Fernando Andrade Grostein, varios líderes políticos y sociales del mundo proponen modificar las políticas prohibicionistas como strategia para combaitr el tráfico y el consumo de drogas ante los efectos devastadores que han tenido.
"La guerra contra las drogas ha fracasado", se lee en la página web en que los productores de Taboo justifican su proyecto documental que va a compañado de una petición online de Avaaz dirigida a "Ban Ki-moon y a todos los jefes de Estado" (a la fecha la han firmado 638 mil personas).
"Después de 50 años de prohibición, las drogas ilícitas son la tercera industria más valiosa del mundo, y está toda en manos de criminales" continúa el alegato, que termina afirmando que "las drogas son hoy más baratos y son más faciles de conseguir que nunca antes" y resalta que "la corrupción y la violencia, especialmente en países productores y de tránsito, respresentan un peligro para la democracia ylos derechos humanos"
*La versión en inglés del documental, narrado por el actor Morgan Freeman,  ha sido visto más de 660 mil veces en youtube.  El actor mexicano Gael García Bernal (Y tu mamá también, Diarios de motociacleta) narra la versión en español que tiene más de 56 mil reproducciones.
Se podrá ver gratis en YouTube hasta el domingo 13 de enero.  

Los desafíos de la izquierda

¿Se puede usar todavía la palabra revolución? ¿Y hablar de comunismo? ¿En qué sentidos? El italiano Gianni Vattimo, uno de los filósofos más prestigiosos de la actualidad, y el sociólogo Eduardo Grüner, un protagonista permanente de la escena intelectual argentina, analizaron en Buenos Aires los límites del capitalismo, la crisis europea, cierto regreso a la religión, el arte como reserva utópica y la realidad de América Latina. Aquí, sus miradas, coincidencias y matices

QUE ES SER DE IZQUIERDA. Gianni Vattimo y Eduardo Grüner debaten sobre revolución, marxismo y progresismo hoy. /David Fernández
VATTIMO. "¿En verdad la "realidad" necesita ser defendida?" se pregunta el pensador italiano.
Caravana en apoyo al presidente Hugo Chavez en la embajada de Venezuela en Buenos Aires. Foto: Mario Quinteros./ Revista Ñ
Hombres de palabras profundas y alegatos polémicos; de escenarios globales y tensiones locales. Si bien no habían compartido un escenario de debate común hasta ahora, han hecho propios objetos de discusión y pasión relativos al devenir de la izquierda en tanto motor político y filosofía de la resistencia. Gianni Vattimo, filósofo italiano, y Eduardo Grüner, sociólogo argentino, se encontraron en el bar de un hotel porteño e intercambiaron postales de los mundos golpeados por el capitalismo donde habitan. Sobre el capitalismo, el hombre y la circunstancia dramática de vivir a la intemperie ideológica, las cuestiones contemporáneas, cercanas y lejanas, familiares por la globalización y de formas de rebeldía con viejos y nuevos nombres debatieron recientemente en Buenos Aires.Fue un intercambio de ideas que, aunque amable, marcó diferencias y expuso cuestiones de filosofía política, religión, panorama latinoamericano y crisis europea. Vattimo estuvo en Buenos Aires invitado por la Cátedra de Globalización y Democracia que la Universidad Nacional de San Martín comparte con la Universidad Diego Portales, de Chile. Grüner es un protagonista permanente de la escena intelectual argentina y un referente clave de la Asamblea de intelectuales, docentes y artistas en apoyo al Frente de Izquierda y de los Trabajadores.
¿Qué significa ser de izquierda hoy, en Europa, en América Latina, en Italia, en la Argentina...?
Gianni Vattimo: Ser de izquierda –ya con muchísimas referencias internacionales perdidas–, siempre implicó tener una cosmovisión culturalista; mientras que para la derecha siempre ha sido naturalista. Todo el liberalismo, incluso, hasta el racismo, se trata de liberar la sociedad para que cada uno pueda expresar lo que es. Pero, finalmente, la izquierda tiene que corregir los puntos de partida. Si uno nació con mucho dinero se expresa como capitalista, si uno nació como pobrecito, se expresa como pobrecito. Y, para una competencia verdadera se trataría de salir de puntos de partida comparables, algo que no pasa en el naturalismo derechista. Por ejemplo, que la derecha sea racista generalmente, es natural, porque se trata de disfrutar la diferencia. Todo esto es para mí, básicamente, la mentalidad de derecha. La izquierda tiene que corregir situaciones naturales de partida, obviamente, la derecha no tiene problemas de valores, y la izquierda tiene el problema de decidir entre todos el valor de la cultura. Es decir, de oponerse a la exaltación de las diferencias naturales. ¿Por qué no estoy de acuerdo con la derecha? Porque, básicamente, me interesa la relación con el otro; la izquierda siempre es igualitaria en ese sentido, por ejemplo, radicalizando incluso el principio liberal de la competencia, decir “bueno, competimos pero, por favor, deportivamente”. La exaltación de las leyes del mercado es una exaltación naturalista, es decir, hay leyes del mercado porque el mercado funciona así, no nos ponemos a preguntar cómo empezó esta situación. Se toma la economía política como si fuera una ciencia natural, lo que Marx siempre negó. Esas diferencias me parecen un punto de partida.
Eduardo Grüner: Yo agregaría que esa naturaleza es, por supuesto, una construcción histórica, que luego la derecha vuelve sobre sí misma, desplaza, obtura, borra las huellas de esa construcción y naturaliza un estado de cosas existente, que es notable, porque aparece como una permanente novedad. Yo creo que una característica del capitalismo tardío es este bombardeo permanente de novedades que sirven para disimular que el dispositivo básico –en un sentido más o menos foucaultiano o agambeniano–, ese andamiaje básico, no se toca. El lugar de la izquierda es precisamente el contrario, es poner en cuestión, radicalmente, el dispositivo básico, las lógicas básicas. En ese sentido, la primera definición brutal que habría que hacer, es que ser de izquierda es ser consecuentemente anticapitalista, pero que hoy en día es una definición que hay que retomar. Tanto en Italia como en la Argentina basta ser medianamente progresista, estar a favor de cierta mayor inclusión social, para pasar por ser de izquierda, ahora, todo eso está muy bien, pero ser de izquierda es poner en discusión el dispositivo básico. En ese sentido no deja de ser problemático esa pertenencia de izquierda en un mundo como el que tenemos hoy, hay que volver a discutir montones de cosas: ¿Se puede usar todavía la palabra revolución, se puede usar la palabra comunismo y en qué sentido? Debiéramos redefinirla, volver a pensarla, debiéramos volver a discutir qué restos de deseos verdaderamente transformadores todavía podemos detectar en el mundo y cuáles son sus límites.
¿Cuánto hay en estos postulados, principios o deseos que han manifestado respecto al papel de la izquierda, de realista y cuánto hay de utópico?
Vattimo: Cuando hablo de naturalismo de la derecha, es un pretendido naturalismo, una ideología que naturaliza las condiciones históricas sin preguntarse por qué se nace, por ejemplo. Obviamente corregir la pretendida naturaleza de la estructura capitalista, pretender criticar esto es utópico, en el sentido de que no se sabe dónde están estos valores, porque lo que existe, lo que está es lo existente, lo que no te gusta, lo que se pretende santificar como naturaleza natural. Hay un poco de utopía en esto. Me parece que, por el otro lado la utopía va junto con un problema de la democracia, es decir, las masas para decidir cambiar en las elecciones, porque yo creo en el sistema electoral en que vivimos muy moderadamente, porque sé cómo funciona, el dinero condiciona la propaganda, etc. Es por eso que hablo de comunismo, porque efectivamente es el único proyecto alternativo que fue poderoso en el pasado. Se necesita una utopía que pueda mover de alguna manera las masas, convencer a la gente a votar a la izquierda más que a la derecha. ¿Por qué no pasa esto? Yo creo que cuando Marx profetizaba la revolución proletaria mundial no existía la televisión, es decir, que lo que era la religión como opio en el momento de Marx, ahora son los medios. Y el opio, como mucha gente ha hecho notar, no era solamente una manera de adormecer las conciencias, sino de satisfacerlas. Las crisis, como la última financiera, no dan lugar a transformación sino a la restauración, se refinancian los bancos para que empiecen a hacer una vez más la política que conduce a la crisis, el capitalismo necesita las crisis para disminuir los salarios, desplazar industrias. El problema es re-empezar un movimiento de masas que pueda presionar de alguna manera la transformación. Yo sueño con la revolución, pero es una pesadilla, porque hacer la revolución cuando las fuerzas antirrevolucionarias son más fuertes es la muerte o casi.
Grüner: Normalmente para la derecha, utopía significa la completa ausencia de realismo, de pragmatismo, de posibilismo y todas esas cosas. Yo diría que si uno usa la palabra utopía en ese sentido negativo, la crisis demuestra precisamente eso, que siempre fue una utopía imposible de realizar, un mundo de justicia y de equidad, que es lo que siempre prometió el capitalismo en su conjunción pretendida con la democracia, eso se ha demostrado absolutamente irrealizable. Es el capitalismo del individualismo hedonista, en el que los medios de comunicación, efectivamente son también cómplices, y prometen algo que no se puede cumplir pero mucha gente cree que sí y vive en esa suerte de frustración. Yo diría en, términos de Sloterdijk, de permanente estrés, es una sociedad estresada, una sociedad permanentemente excitada, que no se da tiempo para reflexionar sobre sus propias miserias. Eso es la utopía del capitalismo que está en crisis sin que haya aparecido una contra utopía, lo suficientemente poderosa, en el sentido de una movilización de las conciencias y de los cuerpos que permita, efectivamente, poner en cuestión y romper los límites de esa utopía capitalista. La idea de comunismo es algo que insiste, que vuelve y retorna una y otra vez a través de la historia.
En esa repetición, además, parece persistir también una raíz religiosa…
Vattimo: Sí, el problema aquí es, yo reconozco, siempre digo que si no fuera cristiano no sería comunista…
Grüner: Pero eso es muy italiano…
Vattimo: Sí, efectivamente, para ser cristiano e italiano tengo que ser anticlerical. Aunque con el Vaticano al lado de mi casa no puedo ser un buen cristiano si soy anticlerical. Sí, es verdad que hay como un rechazo, me defiendo de que me impongan el ideal de la felicidad completa, capitalista, con la idea de un destino del ser que no signifique imponerse. Me parece que el sentido de la historia no está tanto en realizar un modelo positivo total, sino en reducir un poco la violencia de la cual provenimos. Incluso el nacimiento es un poco un acto violento, porque no se me consultó antes. Después, todas las transformaciones históricas, suceden, no con un racional sentimiento de todos, sino lo opuesto, los franceses tienen que matar al rey para escribir la constitución, pero cuando lo matan no es constitucional ni anticonstitucional. Efectivamente, hay un componente religioso en el comunismo, por ejemplo, yo no sé exactamente lo que fue pero me parece que está más cerca de la creación de la vida, con la idea de libertad que proviene de alguna otra libertad frente a la cual yo soy responsable. Sin una motivación religiosa, ¿por qué yo que soy un profesor jubilado un poco enriquecido, respetado, tendría que ser comunista perdiendo la jubilación? Hay una fundamental motivación más allá de la felicidad concreta, inmediata, etcétera. San Agustín decía, “mi corazón andará siempre inquieto mientras no descanse en ti”. En la revolución en acto –no en la revolución pasada–, yo me profeso cristiano-comunista.
¿Qué le provoca esta idea, Eduardo?
Grüner: Muchísimas ambivalencias e incertidumbres. No se puede negar esa estructura cripto-religiosa que hay en todo movimiento emancipador. No parece casual que en las últimas 2 o 3 décadas se haya producido el retorno de eso que se suele llamar la teología política, los debates filosófico-políticos. Ese retorno coincidió, supongo que no azarosamente, con lo que dio en llamarse la crisis del comunismo y la caída del muro de Berlín y todo lo demás. Con lo cual yo no estoy diciendo que haya una causalidad mecánica entre las dos cosas, ni que eso que se llama la teología política venga a sustituir plenamente o sea un movimiento de derecha que quiere sustituir la utopía revolucionaria o el pensamiento marxista, en términos filosóficos, teóricos. Porque eso se puede entender de muy distintas maneras, una cosa es la línea de la teología política, que proviene de Carl Schmitt, esa tradición decididamente de derecha, conservadora. Y otra cosa es la que uno podría detectar, por hacer un nombre que tenía paradójicos contactos y buenas relaciones con Carl Schmitt, que es Walter Benjamin. Esa es una tradición de teología política que hoy llega hasta nombres como Agamben, Espósito, en cierto sentido puedo incluirlo a Massimo Cacciari y supongo que puede incluirlo a Gianni Vattimo, aunque en Benjamin hay una impronta apocalíptica. Jacob Taubes dice una cosa muy interesante, la diferencia entre la teología política de Schmitt y la de Benjamin es que los dos creen en el apocalipsis, pero Schmitt quiere retrasarlo lo más posible, mientras que Benjamin quiere acelerarlo y que llegue lo antes posible también.
Vattimo: El retorno de Dios está ligado a la multiplicación del descubrimiento científico, la gente se siente un poco desorientada frente al problema de la manipulación genética, las tradiciones éticas más enraizadas, etcétera. Cuando yo tengo que discutir con un cardenal sobre la manipulación genética siempre digo que yo puedo criticar lo que dice la Iglesia, pero no puedo armar una construcción totalmente diferente. Porque es la idea de secularización, es decir un poco weberiana, estamos en un mundo que viene de esto, lo que podemos hacer es limitar el daño o cambiar, pero siempre es difícil. Yo creo que esta es una idea benjaminiana también, que los revolucionarios no piensan tanto en el hombre futuro que están construyendo, piensan en el sufrimiento de los antiguos. Es decir, sólo reaccionando a un sistema, del cual tú ves los límites, que inventas algo nuevo, incluso esta relación de mí mismo con la tradición cristiana, había un dicho de Benedetto Croce que decía ¿por qué no podemos no llamarnos cristianos? Croce era absolutamente cristiano, era un idealista hegeliano reformado, pero definitivamente esto para mí es muy importante, porque no creo que puedo contactar directamente la estructura del ser. Por ejemplo, los primeros principios de contralor, sino que tengo una relación con un porvenir que me da instrumentos. Hay un dicho de Jesús en el Evangelio: “El buen escriba, el escriba es el intelectual, es como un padre de familia que tira de su armario cosas nuevas y usadas”. Mi filosofía es la única filosofía cristiana en el mercado, por así decir. (Risas)
Grüner: Es realmente un dilema muy fuerte para mí, toda esta cuestión, entiendo por un lado que el dispositivo de la técnica le ha quitado sentido al mundo, al mundo de lo real, yo pienso exactamente lo contrario, pienso que le ha dado demasiado sentido de tal manera que ha obturado, así como decíamos que el capitalismo pretendiendo poder satisfacer todos los goces ha obturado el verdadero deseo, también el dispositivo de la técnica ha obturado toda dimensión enigmática, toda dimensión del misterio, de lo que todavía está por conocerse, de lo que está todavía por producirse, por construirse, simbólicamente como nuevos sentidos. Esto es lo que nos está faltando y mucha gente puede encontrar eso en la religión ¿no? La preservación de ese lugar de un enigma –lo podemos llamar sagrado o como se quiera– sobre el cual todavía tenemos que construir nuestros sentidos. Yo estoy verdaderamente obsesionado, podría decir, con esa discusión sobre la teología política, en torno de lo religioso y demás; pero yo encuentro también eso en el mundo de la literatura, de la poesía, del arte, porque es otro lugar de reserva utópica con muchos enigmas donde todavía se puede construir sentido, incluso creo que en este sentido que lo estoy diciendo es más interesante ese mundo que el de la filosofía ¿no? Hace poco leí, yo no recordaba esa frase, una frase de George Bataille que dice: “Hay que perder la filosofía para poder reencontrarla en otro lugar”. Una cosa que hemos heredado es la literatura, la poesía es la que pone en cuestión la legitimidad y la naturalidad de esa herencia. Mucho más que la filosofía, por lo menos hoy.
Vattimo: Es extraño porque el arte sigue siendo un lugar de sorpresas, mientras que en el mundo tal como funciona, en algún sentido no pasa nada nuevo, porque todo es técnicamente organizado, proindustrialista, etc. Hay una frase de Heidegger: “La verdadera emergencia es la falta de emergencia”, es que no se ve nada por el momento. Es por esto que incluso decimos: el arte y la religión siguen siendo como un refugio para la gente que busca algo diferente. También están todas estas sectas con ideas terribles como los Raelianos: yo tengo un amigo que piensa, que cree efectivamente que la vida llegó de un planeta.
En los últimos años algunos filósofos europeos hablaron del retorno del humanismo. Y al mismo tiempo la filósofa Martha Nussbaum dice exactamente lo contrario: que el humanismo está muerto y que lo prueba cada nueva guerra que comienza.
Vattimo: ¿Qué se entiende exactamente? Porque por ejemplo yo tengo en mis textos sagrados un pequeño libro de Heidegger que se llama Cartas sobre el humanismo , que habla contra el humanismo, es decir, que el humanismo sería como el hecho de que hay una esencia humana que se puede conocer y realizar. Esto es el humanismo del Papa que predica una ética pretendidamente natural, es decir, el matrimonio es indisoluble por naturaleza, por esencia. Cuando yo escucho “humanismo” pienso en las disciplinas humanísticas en la universidad y esto es muy importante. No sé cuál es el retorno del humanismo ¿cómo lo definirías tú?
Como un retorno del hombre a la escena principal donde la sociedad satisface sus necesidades y deseos...
Vattimo: Hay retornos, se necesita retornar, Nussbaum dice que no hay humanismo, esto no es un hecho. Que no retorne el humanismo, a mí me parece justo, no porque no me guste esta sociedad, no porque sea demasiado humanista…
Grüner: Es una definición, me permitiría empezar con una consigna, así como Adorno decía: “Hay que ilustrar la ilustración” yo diría “hay que humanizar el humanismo” porque si uno entiende por humanismo la defensa de esto que Gianni llamaba una esencia humana universal abstracta, eso ha conducido a cosas verdaderas. Siempre estamos en el problema del conflicto entre esa idea de una esencia universal y los particulares concretos que todo el tiempo se levantan como límites a esa receta universal. Humanizar el humanismo querría decir, en cada caso, adoptar sin condicionamientos, de manera incondicional, la defensa de las víctimas del mismo humanismo tal como históricamente lo hemos conocido.
Vattimo: De la humanidad.
Grüner: De la humanidad, claro, de la humanidad. Porque si no corremos el peligro otra vez de que ese humanismo se transforme él mismo en una empresa de dominación, por ejemplo, como lo ha sido históricamente, sobre todo en la modernidad, de la naturaleza. Hace poco estuve discutiendo con Tony Negri, acá en Buenos Aires, sobre lo que él llama el biocapitalismo. Yo le decía que lo que nos está pasando, las cosas que suceden con la naturaleza, por ejemplo, es que nos estamos dando cuenta de que somos una especie animal también; y que no tenemos de ninguna manera garantizada nuestra supervivencia. Y esto forma parte del dispositivo capitalista cuyos límites hay que señalar porque uno puede hacer toda clase de críticas morales, éticas, políticas y debe hacerlo por supuesto, pero también debe tomar en cuenta que es la supervivencia misma de la especie lo que está en juego, hay una cuestión hasta fisiológica sobre la que hay que dar la discusión.
Vattimo: Aquí llegamos al problema del desarrollo indefinido, por ejemplo, la izquierda más tradicional en Europa, siempre ha sido desarrollista porque parece que cuanto más se producen bienes tanto mejor está el proletariado; pero ahora es, definitivamente, un gran problema, por ejemplo.
Grüner: Me parece fundamental pensar la crítica situada desde el desarrollismo que dice Gianni. Yo tengo un gran modelo intelectual que es Pier Paolo Pasolini que en los años 60 dio en la tecla fundamental con la crítica del desarrollismo lineal destructor del neocapitalismo.
Vattimo: ¿Cómo se llaman en español los insectos con luz?
Luciérnagas.
Grüner: Luciérnagas exactamente. La desaparición de las luciérnagas como gran metáfora, como gran alegoría de la desaparición de todas esas realidades particulares interesantísimas de la lengua friulana, por ejemplo, que era en la que escribía Pasolini sus primeras poesías y que era una lengua de las culturas subalternas. Este brutal aplanamiento, verdadero aplanamiento de las diferencias reales –no de las que se habla ahora con el multiculturalismo–, en el fondo sirve para disimular esas que se llaman diferencias pero que son desigualdades producidas. Y esto ocurre precisamente por el desarrollismo de clase. Siempre me parece pertinente señalarlo, se habla de desarrollo o se habla de crecimiento económico otra vez como si eso fuera un universal abstracto que va a chorrear leche y miel sobre todos los individuos. Pero es un desarrollo de clase, un crecimiento de clase y son las clases dominantes, finalmente, las que terminan beneficiándose con esto. Entonces, la crítica del desarrollismo creo que es algo importante de hacer, pero también es peligrosa porque puede transformarse en una crítica de derecha, en ese naturalismo del que hablaba Gianni recién, no desarrollemos nada, dejemos las cosas como están, con las hojas y las vacas nos alcanza para decir una cosa local. Se puede, entonces, desde la izquierda, hacer una crítica al desarrollismo como ya señalamos.
¿Cómo encuentran la región en términos políticos? Gianni es chavista...
Vattimo: Absolutamente.
¿Cuánto tiene el chavismo de paralelo con lo que veníamos hablando de una política de izquierda?
Vattimo: La única novedad efectiva en política que se ha planteado en las últimas décadas han sido las transformaciones latinoamericanas. Otros como China, son hasta ahora imitaciones del sistema capitalista que no cambia mucho en las relaciones de poder, financieras. En cambio en Latinoamérica, Evo Morales, Lula al comienzo, obviamente Castro ante todos, Chávez y Correa intentan hacer una alternativa sistémica a la dominación occidental. Lo importante es crear en el mundo un sistema de poder bastante fuerte alternativo al imperialismo yanqui y banquero que pueda reforzar, también, los movimientos nacionales de izquierda en Europa. Sé que en Venezuela se han abierto muchos hospitales, que han reducido el analfabetismo, que en las elecciones a las cuales asistí recientemente son regulares, que obviamente el gobierno y la propaganda existe, pero yo cuando voy a Caracas no sé qué diarios comprar porque son todos opositores.
¿Cómo ve la región, Grüner?
Grüner: Soy más cauto por no decir más crítico con estas experiencias, lo soy ahora, no lo era hace unos años porque veo que el tiempo pasa y que ya estas experiencias de las que estamos hablando llevan por lo menos una década, en el caso del chavismo mucho más y, entonces, mi sensación es que esos proyectos –de los cuales por supuesto veo las ventajas comparativas respecto de cosas que tuvimos acá en Latinoamérica nosotros mismos, ni que hablar, respecto de Europa– me temo que han alcanzado un límite que, nuevamente por su propia naturaleza de clases les va a hacer muy difícil traspasar en el caso que tuvieran la intención de hacerlo. Estamos en un momento muy abierto, donde hay que redefinir, volver a discutir si todo lo que podemos tener es un capitalismo mejor que el que tuvimos o el que tiene el resto del mundo ahora o, estamos ya en condiciones de ver si lo que queremos es otra cosa. Habrá que definir, dependerá de las masas, del deseo de las multitudes…
¿Ustedes ven un futuro progresista en el horizonte? ¿Un futuro de izquierda en cada uno de los escenarios que han citado?
Vattimo: Temo que vaya a pasar como las restricciones económicas que se imponen ahora en Europa, no solamente en Italia, en España, en Grecia son siempre más intolerantes. Creo que va a haber movimientos sociales de conflicto, en Italia ya los percibo. Y tal como se ve en Italia y en España también, la policía pega muchísimo. Imagino un futuro más autoritario y un poco fascistizante en los países europeos sometidos a estas leyes si no se inventa algo económicamente diferente, justamente se podría pensar un capitalismo financiero menos explotador, por ejemplo, en Italia tenemos muchísimas riquezas que están aisladas, desde el comienzo de la globalización hasta ahora la diferencia entre el salario de un obrero de FIAT y el del máximo manager se multiplicó enormemente de 1 a 20 a 1 a 200… Se prepara la resistencia.
Grüner: Esta última frase de Gianni me parece absolutamente esencial, hay que prepararse para la resistencia, es imposible prever ni siquiera para el futuro inmediato qué es lo que va a suceder, pero es un momento de tensión muy fuerte, en el mundo entero hay reacciones fragmentarias, desordenadas, desorganizadas incluso, pero que una vez más demuestran eso que decíamos de la insistencia de una idea de que la –para no hablar de comunismo– recuperación del común sigue siendo un deseo de las multitudes más oprimidas, de las víctimas de la historia, entonces uno por supuesto que apuesta a eso, siendo muy crítico de las propias esperanzas, creo que es un momento para hacer, para transformar ese principio de esperanza del que hablaba Ernst Bloch. Respecto de la situación de Latinoamérica yo la definiría así: mantener las esperanzas pero con un ánimo muy crítico.
Vattimo: Cuando yo imagino un futuro autoritario en Europa siempre dejo de lado la posibilidad de que haya una guerra, paradójicamente o desafortunadamente los fascismos terminan solamente con guerra.

viernes, 30 de noviembre de 2012

Vattimo: "Sólo un comunismo débil puede salvarnos"

A los 76 años, el filósofo italiano que acuñó el concepto de posmodernidad es eurodiputado y se define anarco-comunista, por cristiano. "Soy creyente, soy un cristiano no papista, crítico con la Iglesia autoritarista. Rezo cada noche", afirma

EURODIPUTADO. "Que al menos un comunista italiano llegase al Parlamento Europeo" fue su objetivo./Revista Ñ

-¿De verdad es comunista?
-¿Qué otra cosa se puede ser, tal como van las cosas?

-El comunismo dejó 70 millones de muertos...
-No fue el comunismo.

-¿Qué, entonces?
-El industrialismo. Lenin propuso electrificación más sóviets, es decir, control popular..., ¡pero el control popular se esfumó!

-¿Y qué quedó?
-El industrialismo: Stalin impuso el desarrollo de la industria pesada contra el agro, y de ahí los desplazamientos de poblaciones, los sacrificios, muertes... ¡Un sueño loco!

-Un horror.
-Pero... sin aquella fuerza industrial estalinista, ¡los nazis hubiesen ganado!

-Susto o muerte, qué desgracia.
-Comunismo soviético y capitalismo occidental comparten el mismo ideario loco: la industrialización forzada de la sociedad.

-El comunismo cayó, el capitalismo no.
-En crisis. ¿Y con qué futuro?

-Dígame cómo lo ve.
-Hace unos años, la diferencia de sueldo entre un obrero y un directivo era de 1 a 20, ¡y hoy es de 1 a 250! La deriva está clara: pocos ricos cada vez más ricos, y muchos pobres cada vez más pobres.

-Pero viviendo en democracia.
-Pues vea el creciente desinterés de la ciudadanía ante las elecciones... Así las cosas, ¿con qué ideal de vida ilusionaremos a la sociedad? ¿Con el libre mercado...?

-¿Qué ideal propone?
-Soy cristiano, por eso soy comunista. Las primeras comunidades cristianas fueron muy comunistas..., sólo que ellas esperaban el inmediato fin del mundo.

-Hay días en que por aquí también...
-Así que propongo el comunismo hermenéutico: un comunismo no dogmático, un comunismo débil. Sólo esto puede salvarnos.

-¿Comunismo débil? Descríbamelo.
-Sin esencias ni absolutos que realizar a toda costa. Se trata sólo de un ideal de sociedad equitativa, una sociedad que debilite progresivamente la violencia como dialéctica.

-Voy entendiéndole: otro sueño.
-Un comunismo como espectro, más definible por lo que no quiero que por otra cosa.

-¿Qué no quiere?
-No quiero clases sociales, desigualdad económica (¡basta de heredar!), una Europa dominada por banqueros, una Iglesia que impide casarse a los curas, despilfarro en armas mientras se retira la asistencia sanitaria...

-Y, todo esto, sin absolutismos.
-¡Eso es! Hoy nos domina un absoluto.

-¿Cuál?
-¡Austeridad! Todo para saldar la deuda pública. Es un absoluto.

-¿Algún país se acerca a su sueño?
-La Venezuela de Chaves. El Brasil de Lula. La Bolivia de Morales. La Argentina de Kirchner. El Ecuador de Correa...

-¿En serio?
-Los países latinoamericanos están tomándose en serio la gestión de su riqueza, y la socialización de sanidad y educación.

-¿Puede aportar datos?
-Venezuela ha multiplicado por tres su cobertura sanitaria, ha reducido la mortalidad un tercio, ha eliminado el analfabetismo, ha reducido la pobreza un 72% desde el 2003... Y sin prescindir de la democracia.

-Vendiendo petróleo a Estados Unidos.
-Para hacer hospitales. Contrapesan el imperialismo anglosajón con modelos de vida comunitarios. ¡Allí la democracia va en serio!

-¿Es esto aplicable a Europa?
-Aquí la izquierda tiene que plantearse un programa de oposición, no de gobierno. Si no es imaginable un Estado de izquierdas, ¡sí es imaginable una resistencia!

-¿Manifestaciones?
-Sí, conflictos locales. La vida no es para divertirte, es para luchar y resistir. ¡Eso proporciona salud mental! El malestar psicológico deriva de no tener por qué luchar.

-Como eurodiputado, ¿lucha?
-Propongo una política de izquierda tolerante, para evitar violencia terrorista.

-¿Qué tal lo hace Monti en Italia?
-Un buen técnico: está reparando el sistema en nombre del dueño.

-¿Cómo ve el sur de Europa, España...?
-Podríamos producir lo que necesitamos, pero están drenándonos el dinero... Acabaremos como colonias del amo del capital.

-¿Dónde está ese amo?
-No sé, pero si sé que el 1% de los italianos detenta el 50% de la riqueza italiana. ¡Y que podríamos comprar menos aviones y hacer mejores escuelas! El exceso de irrealismo industrial ahogó al comunismo, el exceso de realismo financiero ahoga al capitalismo.

-Contra la crisis, ¿producción?
-Sin el viejo industrialismo: produzcamos sólo lo necesario. ¡Menos coches, menos bienes, más y mejor agricultura local!

-Seremos más pobres.
-Y sin tanta gente suicidándose: no habrá tantas diferencias sociales. O habrá violencia: seamos pragmáticos y prevengámosla.

-¿Qué hace usted por su ideal?
-Estoy becando jóvenes estudiantes de Medicina. Me da alegría hacerlo.

-¿Qué más?
-Y rezo cada noche las completas.

martes, 13 de noviembre de 2012

LA MASACRE DE SABRA Y CHATILA


La noche del 15 de septiembre de 1982, las milicias falangistas del Líbano se adentraron en los campamentos de refugiados palestinos de Sabra y Chatila, asesinando al menos a 2.400 civiles, según datos de la Cruz Roja Internacional. Algunos estiman que el número real de víctimas se eleva hasta 3.500 o tal vez más. La operación se realizó con la colaboración del ejército israelí, que acordonó la zona durante 40 horas y proporcionó iluminación nocturna con potentes bengalas arrojadas desde azoteas y helicópteros. Con el pretexto de localizar a fedayines de la OLP, se cometió una verdadera masacre, que incluyó violaciones, torturas y mutilaciones. Casi todas las víctimas eran ancianos, mujeres y niños o adolescentes armados con escopetas de perdigones. La Asamblea General de Naciones Unidas calificó la matanza de genocidio.

Algunos testigos presenciales aseguran que el ejército israelí también participó en los crímenes y no se limitó a proporcionar apoyo logístico a las milicias cristianas que pretendían vengar la muerte de Bashir Gemayel. Treinta años después, las víctimas aún esperan justicia. Elie Hobeika, comandante en jefe de las Fuerzas Libanesas y uno de los responsables directos de la matanza, y Ariel Sharon, Ministro de Defensa israelí e instigador de los hechos, continuaron con sus carreras políticas, sin responder de sus actos ante ningún tribunal. 



La afluencia de palestinos al Líbano desde la guerra de 1948 no tardó en despertar la hostilidad de los católicos maronitas, que contemplaron su presencia como una amenaza, pues los refugiados introducían un desequilibrio demográfico favorable a la población musulmana. Fundado en 1936 por Pierre Gemayel, el Partido de las Falanges Libanesas se convirtió en el principal adversario de los palestinos. Inspirado en los principios doctrinales de la Falange Española y el fascismo italiano, no dudó en colaborar con Israel cuando los combatientes de la OLP comenzaron a instalarse en el sur del Líbano. Bashir Gemayel, hijo del fundador, crea las Fuerzas Libanesas, una organización paramilitar que el 13 de abril de 1975 tirotea a un autobús de línea, causando la muerte de 27 pasajeros palestinos. Se inicia una espiral de violencia que causará bajas en los dos bandos. El sábado 6 de diciembre aparecen los cadáveres de cuatro falangistas abandonados en un auto en la zona este de Beirut. Los católicos maronitas responsabilizan a los fedayines palestinos y a los morabitun, milicianos libaneses nacionalistas de ideología naserista. Los falangistas lanzan una incursión sobre los distritos de mayoría palestina y nacionalista, disparando de forma indiscriminada contra la multitud. Después, establecen varios puntos de control y exigen a los transeúntes sus tarjetas de identificación. Todos los palestinos y musulmanes que caen en sus manos son asesinados en el acto. Se calcula que en dos horas pierden la vida cerca de 600 personas.




El 18 de enero de 1976 se produce una nueva matanza. Las milicias cristianas se internan esta vez en el distrito de Karantina, habitado fundamentalmente por palestinos, sirios y kurdos. Se habla de al menos 1.500 víctimas. Familias enteras son exterminadas en una orgía de sangre, que incluye torturas y mutilaciones. La fotógrafa francesa Fançoise Demulder logró que un miliciano tolerara su presencia. Contempló sobrecogida cómo mataba a mujeres, niños y ancianos, sin titubear ni experimentar remordimientos. Oculto bajo un pasamontañas, tal vez deseaba que circularan testimonios gráficos del horror desatado. El miedo es una poderosa arma política. De repente, aparece una anciana palestina con un pañuelo en la cabeza y los brazos extendidos, suplicando clemencia mientras su marido huye con sus nietos sobre un fondo de casas incendiadas. La fotografía obtuvo el premio World Press Photo, convirtiendo a Demulder en la primera mujer que obtenía ese galardón


La respuesta de la OLP y sus aliados sirios consistió en atacar el 20 de enero la ciudad cristiana de Damour, asesinado a 582 civiles y a una veintena de milicianos cristianos. Entre los caídos, se encontraban familiares del líder falangista Elie Hobeika, que años más tarde aplacaría su sed de venganza organizando y ejecutando el genocidio de Sabra y Chatila. Implicado en numerosos asesinatos y delitos, Hobeika ocuparía más adelante varias carteras ministeriales en el gobierno de Omar Karami. Un coche bomba pondría fin a su carrera el 24 de enero de 2002. Pocos días antes había declarado su propósito de testificar ante un tribunal de Bruselas contra Ariel Sharon por su responsabilidad directa en la masacre de Sabra y Chatila. La corte había admitido una denuncia contra el entonces Primer Ministro israelí, esgrimiendo que los crímenes contra la humanidad están sujetos a la jurisdicción internacional y son competencia de cualquier tribunal. En una entrevista con los periodistas belgas Josy Dubié y Vincent Quickenborne, Hobeika afirmó que poseía pruebas de que la matanza la perpetró el Ejército del Sur del Líbano al mando del general Saad Haddad y no las Fuerzas Libanesas. El Ejército del Sur del Líbano era una milicia cristiana creada por Israel para proteger su frontera norte. No movían un dedo sin consultar con Tel Aviv. Aunque la muerte de Hobeika se atribuyó al servicio secreto sirio, nunca se disipó la sospecha de que Sharon hubiera ordenado eliminar a un viejo aliado dispuesto a revelar datos que le incriminaban de forma inequívoca en la masacre de Sabra y Chatila. No hay que olvidar que Sharon ya había participado en otros crímenes de la misma naturaleza. Bajo su mando, la Unidad 101 asaltó el pueblo jordano de Qibya y mató a 69 personas, la mayoría mujeres y niños.


Las milicias falangistas actuaban bajo las órdenes de Bashir Gemayel, un hombre violento e implacable apoyado por Israel y Estados Unidos. Bashir se convirtió en presidente del Líbano el 23 de agosto de 1982. Se presentó como único candidato en unas elecciones mediatizadas por la violencia y sin observadores internacionales. Poco después, se entrevista con el Primer Ministro Menahem Begin en Nahayira, prometiendo establecer relaciones diplomáticas con el Estado de Israel, pero solicita el plazo de un año para normalizar sus relaciones con los países árabes, especialmente Arabia Saudí. Dos semanas más tarde, estalla una bomba en la sede del Partido de las Falanges Libanesas, provocando su muerte y la de 26 correligionarios. Se acusó a Habib Shartouni, un cristiano maronita del Partido Nacional Socialista de Siria, pero muchos apuntan al Mosad. El Estado de Israel ya no confiaba en Bashir, pues temía que pactara con sus vecinos árabes y, además, buscaba un pretexto para ocupar Beirut Oeste, el sector bajo control nacionalista libanés y palestino, con mayoría de habitantes musulmanes. A pesar de haber prometido a Estados Unidos y a Yasser Arafat que no invadirían la zona, el gobierno israelí siempre consideró que la "Operación Paz para Galilea" sería un fracaso sin la ocupación de Beirut Oeste.


Los falangistas manifestaron de inmediato su deseo de vengar la muerte de Bashir Gemayel, atribuyendo la responsabilidad del atentado a los palestinos y a los libaneses naseristas. Al mando de Elie Hobeika y bajo la supervisión de Rafael Eitan, jefe del Estado Mayor israelí, se concentraron en el Aeropuerto Internacional de Beirut. Hacia las seis de la tarde, la primera unidad de las milicias cristianas penetró en los campamentos de Sabra y Chatila, armados con pistolas, fusiles, hachas y cuchillos. Durante 40 horas, se cometieron las peores atrocidades. Los periodistas Ignacio Cembrero y Ettore Mo entraron en los campamentos poco después de la matanza. Cembrero relata sus primeras impresiones: “No sé muy bien por qué, pero entramos en Chatila por su lado más terrible. De sopetón el olor del aire cambió. El hedor era insoportable. Ahí, a mi derecha, yacían los cuerpos amontonados de decenas de mujeres y niños, muchos de ellos bebés, tirados en el suelo. Les habían matado disparándoles o acribillados a navajazos. Antes de morir las madres habían intentado salvar a sus hijos. De ahí que algunos bebés estuviesen sepultados bajo el cuerpo de su progenitora o incrustados entre sus pechos como para que no pudiesen ver el horror. […] Los cadáveres se descomponían bajo un sol de justicia y nubes de moscas. Recuerdo que conté más de sesenta cadáveres aunque el número total de muertos rondaría finalmente los dos mil, según las estimaciones más fidedignas. Eran casi todas mujeres algunas, las más jóvenes, con las faldas levantadas o desnudas de cintura para abajo porque probablemente habían sido violadas. Tapándonos la nariz nos adentramos por alguna callejuela del campamento con las paredes salpicadas de sangre y ahí sí que encontramos a un puñado de hombres, muertos, la mayoría ancianos. También sorteamos el cuerpo de algún burro despanzurrado. La Organización para la Liberación de Palestina (OLP) había cumplido su acuerdo con Israel y unas semanas antes había retirado de Beirut, por mar, a sus últimos combatientes. Por eso ningún miliciano armado custodiaba la entrada a los campamentos y solo un puñado de jóvenes ofrecieron resistencia armada a los agresores”. Ettore Mo, periodista veterano y corresponsal del Corriere della Sera, no pudo contener las lágrimas. Se habían desplazado hasta el lugar en taxi. El conductor se mostraba cada vez más nervioso. “Los que han hecho esto pueden volver”, repetía con ojos de miedo. En ese momento, apareció una mujer palestina, con la cara desfigurada por el pánico. Pedía a gritos que la sacaran de allí. “¿Pueden llevarme a un sitio donde no me maten?”, gimoteaba. A los pocos minutos, el taxi se alejaba de Sabra y Chatila, con los dos periodistas y la mujer, que se mesaba los cabellos y lloraba sin parar.


En su libro Sabra y Chatila: Investigación sobre una matanza, el periodista israelí Amnon Kapeliouk reproduce una conversación telefónica entre el general Amir Drori y Ariel Sharon, pocas horas antes de la masacre. “Nuestros amigos avanzan en los campamentos. Hemos coordinado su entrada”, informó Drori, que había dirigido la ocupación de Beirut. “Enhorabuena, la operación de nuestros amigos ha sido aprobada”, le respondió Sharon. No está de más recordar que entre las víctimas había nueve mujeres judías casadas con palestinos. El 19 de septiembre, Ignacio Cembrero regresó a los campamentos. Los voluntarios de la Cruz Roja Internacional y los funcionarios de UNICEF recogían los cadáveres e intentaban identificarlos en presencia de algunos refugiados palestinos que se habían atrevido a volver a sus hogares, casi siempre saqueados e incendiados por los falangistas. Cembrero se acercó hasta la embajada de Kuwait, un edificio de seis plantas situado a unos 250 metros de los campamentos. El ejército israelí seguía ocupando la azotea. Desde allí, habían contemplado los asesinatos y escuchado los gritos. Los testigos aseguraban que lanzaron bengalas durante la noche, consiguiendo que el campamento se iluminara con la misma intensidad de un estadio de fútbol. Mirna Mugitehian, enfermera de Cruz Roja Internacional, declaró que los cadáveres mostraban signos de tortura y espantosas mutilaciones. “A los hombres les cortaron las manos y los pies y a las mujeres los pechos”.


Las presiones internacionales obligaron a las autoridades israelíes a realizar una investigación. Se creó una comisión dirigida por Isaac Kahan, presidente del Tribunal Supremo, que en febrero de 1983 publicó su informe, acusando a las milicias cristianas de la masacre y reprobando la “grave negligencia” de Ariel Sharon. En las conclusiones, recomendaban su dimisión. Sharon abandonó su cargo como Ministro de Defensa, pero continuó en el gobierno, ocupando diferentes carteras ministeriales. En 2001, se convirtió en Primer Ministro, sin que su pasado al frente de la guerra sucia desanimara al electorado, que le eligió por su perfil de hombre duro e inexorable. Rafael Eitan siguió en su puesto de jefe de Estado Mayor. La Comisión Kahan le exculpó de cualquier grado de responsabilidad. Menahem Begin, que en ese momento era el Primer Ministro israelí, declaró: “En Chatila no judíos mataron a no judíos, ¿qué tenemos nosotros que ver con eso?” En 1978, Begin obtuvo el Premio Nobel de la Paz por los Acuerdos de Camp David firmados con el presidente egipcio Anwar el Sadat. Es inevitable experimentar estupefacción al recordar la trayectoria de Begin, líder del Irgun, una organización paramilitar sionista con una largo historial de acciones sangrientas e indiscriminadas. Entre sus crímenes, hay que incluir el atentado contra el Hotel Rey David, que el 22 de julio de 1946 causó 91 víctimas morales (17 de ellas judías), y la masacre de Deir Yassim, donde el 9 de abril de 1948 el Irgun mató a 120 civiles palestinos, casi todos ancianos, mujeres y niños.


En la actualidad, Sabra y Chatila no han mejorado sus condiciones de vida. Sucias, embarradas y llenas de basura, sus calles –angostas y sinuosas- carecen de nombre y no responden a ningún plan urbanístico. Los cables eléctricos cuelgan de azoteas y fachadas, junto con la ropa –a veces simples harapos de distintos colores. El suministro de agua y electricidad nunca está garantizado, pues las canalizaciones son precarias y de mala calidad. El tráfico de motocicletas y coches viejos es caótico y no está regulado por ninguna señal. Los tenderetes de fruta y comida no respetan ninguna norma sanitaria. Las viviendas son estrechas e insalubres. Muchos niños no están escolarizados y corretean por las calles descalzos y con el pelo enredado. En Chatila, algo más de 7.000 personas se hacinan en dos kilómetros cuadrados. Los palestinos conviven con libaneses muy pobres, sin que se produzcan incidentes. Una vez en semana se levanta un mercadillo, que se extiende hasta el cementerio donde yacen las víctimas de sucesivas matanzas. En el exterior, pocos recuerdan que en 1985 las milicias chiíes de Amal asesinaron a 400 refugiados palestinos. En el cementerio, no se respeta la prohibición islámica de enterrar juntos a hombres y mujeres, pues apenas hay espacio. En septiembre de 2002, el periodista francés Pierre Péan visitó Sabra y Chatila y pudo comprobar que “el tiempo no ha lavado nada”. Se repiten hasta la náusea los relatos de “niños degollados o empalados, hombres mutilados con hachas y mujeres embarazadas destripadas”.


Pierre Peán recogió los testimonios de varios supervivientes. Um Chawki, de 52 años, perdió a diecisiete miembros de su familia, incluidos su marido y su hijo de doce años. Desalojada de su casa por los falangistas, afirma que les acompañaban tres soldados israelíes. Su vivienda estaba en el barrio de Bir Hassán. Les obligaron a trasladarse al campamento de refugiados de Chatila. Separada de los hombres, les hicieron caminar por la carretera hasta la ciudad deportiva. A los lados, había otras mujeres que lloraban y chillaban mientras contaban que habían matado a todos los hombres. Al atardecer, Um logró huir con sus hijas. Los soldados israelíes les permitieron abandonar el perímetro. Actuaban de forma arbitraria, facilitando el paso a unos y negándoselo a otros. Dejó a sus hijas en la escuela de un barrio cercano y regresó a Chatila de madrugada. Acompañada de otra mujer, que había perdido a toda su familia, se aproximaron al barrio de Orsal, donde se amontonaban los cadáveres. “Estaban irreconocibles. Tenían la cara deformada, estaban hinchados... Vi 28 cadáveres de una misma familia libanesa, dos de los cuales eran de dos mujeres con el vientre destripado... Intenté localizar las ropas de mi hijo y de mi marido. Busqué durante todo el día. Volví al día siguiente... No reconocí a ningún cadáver de la gente de Bir Hassán”. Nunca halló los restos de su marido y su hijo. En su ausencia, una de sus hijas fue violada por un grupo de falangistas en retirada. “Pienso en lo que sucedió día y noche. He criado sola a mis hijos... Me vi obligada a mendigar. No lo olvidaré nunca. Quiero vengar todo lo ocurrido. Mi corazón está de luto. Es negro, como el color de mi vestido. Contaré lo que vi a mis hijos y a mis nietos”.


Pierre Péan también escuchó la versión de la señora Balkis, una mujer de unos cuarenta años, según la cual los falangistas actuaban de forma coordinada con los soldados israelíes. “La matanza empezó el jueves por la tarde, hacia las cinco y medio. No podíamos creer lo que estaba sucediendo... Había muchos cadáveres en las calles. Muchachas con las manos atadas. Viviendas destruidas. Tanques, probablemente israelíes”. La señora Balkis afirma que los israelíes supervisaban la matanza. Aunque no llevaban uniforme, se les identificaba porque se comunicaban en hebreo por medio de walkie-talkies. Kemla Mhanna, una mujer libanesa al frente de una tienda de comestibles en el barrio Orsal, confirma la presencia de soldados israelíes, colaborando estrechamente con las milicias falangistas: “Toda la gente de nuestro barrio que se quedó fue asesinada. La mayoría era libanesa. Cuando regresé, había un montón de cuerpos apilados. Al lado de mi casa, un palestino estaba colgado de un gancho de carnicero, abierto en canal como un cordero. Vi como en una gran fosa ponían una primera capa de cadáveres y luego echaban arena, y volvían a poner otra capa de cadáveres y así una y otra vez... También vi a otro libanés del barrio Orsal, Hamad Camas, uno de los pocos supervivientes de la matanza de este barrio. Estaba en un refugio cuando llegaron dos israelíes en un jeep y 7 u 8 soldados. Estoy segura de que aquellos soldados eran israelíes porque llevaban uniformes israelíes y hablaban mal el árabe. Los soldados nos pidieron que saliéramos del refugio, mientras nos insultaban. Me ordenaron que dejara al niño que llevaba en los brazos y que me pusiera en la fila como los demás. Uno de ellos, que hablaba bien el árabe, registró a todo el mundo y cogió el dinero de uno de los hombres, y luego nos dispararon. Yo sólo estaba herida en la cabeza y en un muslo, bajo un montón de cadáveres. Hubo 23 muertos... Me escondí en un refugio durante toda la noche. Cuando llegó la madrugada, había un fuerte hedor a cadáver por todas partes”.


Los trabajadores del Hospital Gaza, donde se cometieron numerosos asesinatos, corroboraron al poco de la masacre la implicación del ejército israelí. Se trataba de voluntarios ingleses, noruegos, suecos, finlandeses, alemanes, irlandeses y norteamericanos. No parece creíble que se todos se confabularan para urdir una mentira. El Hospital Gaza sufrió graves daños y no volvió a abrir sus puertas. Pocos años más tarde, fue demolido y no se construyó ninguno en su lugar. El escritor libanés Elias Khoury señala que el recuerdo de la Shoah contribuye a fomentar la impunidad del gobierno israelí en su campaña de hostigamiento contra los palestinos. La magnitud del exterminio orquestado por los nazis convierte la tragedia de Sabra y Chatila en un dato marginal. Es un ejemplo de cinismo, pues la Shoah no es un pasaporte en blanco para un gobierno que infringe sistemáticamente la legalidad internacional. Hace unos años, un grupo de supervivientes de los campos de exterminio nazis se manifestó en Tel Aviv para quejarse de las miserables pensiones asignadas por el Estado. Su precariedad revela que el gobierno israelí explota un espantoso drama para justificar su política, mientras se desentiende de las víctimas de Hitler y sus aliados. Acusar de antisemitismo a los que denuncian los crímenes del Estado de Israel sólo es un ejercicio de oportunismo, donde se hace un uso ilegítimo de la memoria histórica, estableciendo odiosas distinciones entre las víctimas.


El escritor francés Jean Genet se hallaba en el Líbano cuando se produjo la masacre de Sabra y Chatila. Autor marginal y con un pasado doloroso, que incluía estancias en reformatorios y prisiones por robo, prostitución y escándalo público, su conciencia política se gestó en las protestas de estudiantes y trabajadores durante el Mayo del 68. Comprometido con los más débiles y vulnerables, apoyó a las Panteras Negras y a la causa palestina, justificando la estrategia de la lucha armada. No se limitó a escribir artículos. Pasó una temporada en Estados Unidos para solidarizarse con Huey Newton, líder de las Panteras Negras, acusado de matar a un policía en un tiroteo, y convivió con los fedayines palestinos en sus campamentos de Jordania y el Líbano entre 1970 y 1972. A las pocas horas de la matanza, penetró en Chatila. Los cadáveres aún se hallaban amontonados o dispersos por las callejuelas. Escribió un testimonio sobrecogedor que tituló Cuatro horas en Chatila, donde narra sus impresiones: “De un lado al otro de una calle, doblados o arqueados, los pies empujando una pared y la cabeza apoyada en la otra, los cadáveres, negros e hinchados, que debía franquear eran todos palestinos y libaneses. Para mí, como para el resto de la población que quedaba, deambular por Chatila y Sabra se parecía al juego de la pídola. Un niño muerto puede a veces bloquear una calle, son tan estrechas, tan angostas, y los muertos tan cuantiosos. […] El primer cadáver que vi era el de un hombre de unos cincuenta o sesenta años. Habría tenido una corona de cabellos blancos si una herida (un hachazo, me pareció) no le hubiera abierto el cráneo. Una parte ennegrecida del cerebro estaba en el suelo, junto a la cabeza. Todo el cuerpo estaba tumbado sobre un charco de sangre, negro y coagulado. El cinturón estaba desabrochado, el pantalón se sujetaba por un solo botón. Las piernas y los pies del muerto estaban desnudos, negros, violetas y malvas: ¿quizá fue sorprendido por la noche o a la aurora?, ¿huía? Estaba tumbado en una callejuela inmediatamente a la derecha de la entrada del campo de Chatila que está frente a la embajada de Kuwait. ¿Cómo los israelíes, soldados y oficiales, pretenden no haber oído nada, no haberse dado cuenta de nada si ocupaban este edificio desde el miércoles por la mañana? ¿Es que se masacró en Chatila entre susurros o en silencio total?


Un libanés le explica que los israelíes encargaron el trabajo sucio a las milicias cristianas. “Los marines americanos, los paracas franceses y los bersaglieri italianos que constituían la fuerza de interposición del Líbano, se han marchado un día o treinta seis horas antes de su partida oficial, como si huyeran, en la víspera del asesinato de Bashir Gemayel, ¿se equivocan acaso los palestinos al preguntarse si americanos, franceses e italianos habían sido advertidos de que hacía falta largarse para no verse involucrados en la explosión de los milicianos? Se han ido muy rápido y muy pronto. Israel se jacta y presume de su eficacia en el combate, de la preparación de sus compromisos, de su habilidad para aprovechar las circunstancias. Veamos: la OLP deja Beirut gloriosamente, en un navío griego, con una escolta naval. Bashir, escondiéndose como puede, visita a Begin en Israel. La intervención de los tres Ejércitos (americano, francés, italiano) cesa el lunes. El martes Bashir es asesinado. El Tsahal entra en Beirut Oeste el miércoles por la mañana. Como viniendo del puerto, los soldados israelíes suben hacia Beirut la mañana del entierro de Bashir. Desde el octavo piso de mi casa, con unos gemelos, los vi llegar en fila india: una sola fila. Me extrañé de que no pasase nada puesto que un buen fusil de mira telescópica debería haberlos abatido a todos. Su ferocidad los precedía”.


Un escritor libanes le comenta a Genet que la masacre había sido cuidadosamente preparada por los israelíes. “Israel se había comprometido ante el representante americano, Habib, a no poner los pies en Beirut Oeste y sobre todo a respetar las poblaciones palestinas de los campos de refugiados. Arafat tiene todavía la carta en la que Reagan le promete lo mismo. Habib habría prometido a Arafat la liberación de nueve mil presos en Israel. El jueves empiezan las matanzas de Chatila y Sabra. ¡El “baño de sangre” que Israel pretendía evitar aportando orden a los campos!”. Un testigo habló con Genet y se lamentó de la complicidad de los medios de comunicación occidentales: “Será muy fácil para Israel librarse de todas las acusaciones. Ya los periodistas de todos los periódicos europeos se ocupan de excusarlos: ninguno dirá que durante las noches del jueves al viernes y del viernes al sábado se hablaba hebreo en Chatila”.


Poco después, Genet se encuentra con el cadáver de una anciana palestina: “Estaba tumbada de espaldas, depositada o dejada sobre sillares, ladrillos, barras de hierro torcidas, sin confort. Antes de nada me sorprendí por una extraña trenza de cuerda y tela que iba de una muñeca a la otra, manteniendo así los dos brazos abiertos en horizontal, crucificados. La cara negra e hinchada, levantada hacia el cielo, mostraba una boca abierta, negra de moscas, con dientes que me resultaron muy blancos, una cara que parecía, sin que un músculo se moviese, o bien hacer muecas o bien sonreír o proferir un alarido silencioso e ininterrumpido. Sus medias eran de lana negra; el vestido de flores rosas y grises, ligeramente remangado o demasiado corto, no lo sé, dejaba ver lo alto de las pantorrillas negras e hinchadas, siempre con delicados tintes semejantes al malva y al violeta de las mejillas. ¿Eran hematomas o el efecto natural de la putrefacción al sol?” Un superviviente se dirige a Genet y le pide que mire las manos de la mujer. “No me había fijado –admite el escritor-. Los dedos de las dos manos estaban desplegados en abanico y los diez estaban cortados con una cizalla de jardinero. Los soldados, riendo como niños y cantando alegremente, se habían divertido descubriendo esta cizalla y utilizándola. Las puntas de los dedos, las falanges con la uña, yacían en el polvo. El hombre joven que me mostraba, con naturalidad, sin ningún énfasis, el suplicio de los muertos, recubrió tranquilamente con una tela la cara y las manos de la mujer palestina, y con un cartón rugoso sus piernas. Yo ya no distinguía más que un montón de telas rosas y grises sobrevolado por moscas”. Después de contemplar varias pilas de cadáveres, Gente se pregunta si habrá suficientes planchas y tablas para los ataúdes. “Pero, ¿para qué ataúdes? Los muertos y muertas eran todos musulmanes que se envuelven en sudarios. ¿Cuántos metros de tela harán falta para amortajar a tantos muertos? ¿Cuántas oraciones? Lo que faltaba en este lugar, me di cuenta, era la salmodia de las oraciones”. Pocos después, aparece un hombre cabizbajo. “Soy el enterrador. Han bombardeado el cementerio. Todos los huesos de los muertos están al descubierto. Necesito ayuda para recoger los huesos”.


Un profesor libanés insiste en la responsabilidad del gobierno israelí: “Acusamos a Israel de las masacres de Chatila y Sabra. No carguemos estos crímenes sobre la espalda de sus sicarios, las milicias cristianas. Israel es culpable de haber introducido en los campos dos compañías de falangistas, de haber dado las órdenes, de haberlos animado tres días y tres noches, de haberlos pertrechado, de haberles dado de beber y de comer, de haber iluminado el campo por la noche”. Genet menciona una vez más el sufrimiento de las víctimas: “La soledad de los muertos, en los campos de Chatila, era más sensible porque tenían gestos y poses de las que no se habían preocupado. Muertos de cualquier forma. Muertos abandonados. No obstante, en el campo, a nuestro alrededor, flotaban todos los afectos, las ternuras, los amores en busca de palestinos que ya no responderán”. Un superviviente se pregunta: “ ¿Cómo comunicárselo a los parientes que se han ido con Arafat confiando en la promesa de Reagan, de Mitterrand, de Pertini, de no tocar a las poblaciones civiles de los campos? ¿Cómo decir que han dejado masacrar a los niños, a los ancianos, a las mujeres, y abandonado los cadáveres sin oraciones? ¿Cómo informarles de que se ignora dónde están enterrados?”.


Algunos se preguntan qué ganaba Israel con la masacre de Sabra y Chatila. Genet señala que los muertos son un mensaje de advertencia que incita a la desmovilización y el éxodo hacia otros países árabes. Antes de abandonar Chatila, el escritor descubre entre dos muertos “un objeto muy vivo, intacto en esa carnicería, de rosa un translúcido, que todavía podía servir: la pierna artificial, aparentemente de plástico, calzada con un zapato negro y un calcetín gris. Mirando mejor, estaba claro que la habían arrancado brutalmente de la pierna amputada, ya que las correas que habitualmente la sujetaban al muslo estaban todas rotas”. Jean Genet murió el 15 de abril de 1986 a causa de un cáncer de garganta. Se le echa de menos, particularmente en una época donde los intelectuales han desertado de sus obligaciones, adoptando una actitud de vergonzosa colaboración con el poder político y financiero.


Desde su nacimiento, el Estado de Israel ha incumplido todas las resoluciones de Naciones Unidas, especialmente la 181, que reconoce el derecho a la proclamación de un Estado Palestino Independiente, y la 242, que condena la ocupación en 1967 de Gaza, Cisjordania, Jerusalén Este y los altos del Golán. Los acuerdos de Oslo firmados en 1993 establecían que no se crearían nuevas colonias en las zonas ocupadas, pero los asentamientos han continuado, con una actitud cada vez más agresiva y desafiante. La OLP (Organización para la Liberación de Palestina) reconoció el Estado de Israel y renunció al retorno de los refugiados (711.000 en 1948; actualmente, cuatro millones). A cambio obtuvieron la posibilidad de administrar civilmente la Franja de Gaza y Cisjordania mediante una organización autónoma llamada Autoridad Nacional Palestina. Posteriormente, la división de los palestinos en dos bandos ha debilitado su capacidad negociadora. Hamás controla la Franja de Gaza y Al-Fatah Cisjordania. Después de soportar un duro cerco israelí en Ramala, Arafat murió en París en 2004 de aparente enfermedad, pero desde el principio se apuntó la posibilidad de un envenenamiento organizado y ejecutado por el servicio secreto israelí. Un tribunal francés ha considerado que la sospecha no es infundada y ha autorizado la exhumación del cadáver, que se llevará a cabo el próximo 26 de noviembre. Mientras tanto, el Estado de Israel mantiene su política de aislar las ciudades palestinas con infames muros (el de Cisjordania ha sido condenado por Naciones Unidas en una resolución no vinculante) e incontables controles, prohibiendo la exportación de sus productos agrícolas y destruyendo sus vías de comunicación con el exterior. En 2001, bombardeó hasta inutilizar las pistas del Aeropuerto Internacional Yasser Arafat, construido con dinero español. Durante la Operación Plomo Fundido (2008-2009), mató a casi 1.500 palestinos, 960 civiles y 288 menores de dieciocho años. Asimismo, borró del mapa 34 mezquitas y causó graves daños en 168. Muchos se preguntaron qué habría sucedido si Hamás hubiera destruido 34 sinagogas. Las Fuerzas Aéreas israelíes utilizaron fósforo blanco y bombas de fragmentación sobre una población donde los menores representan el 58%. Entre los objetivos destruidos, se hallaba el mercado de frutas de Gaza, donde murieron decenas de civiles y varios centenares sufrieron gravísimas heridas.


Las autoridades israelíes nunca han interrumpido su campaña de asesinatos selectivos y demoliciones de viviendas, un castigo particularmente cruel aplicado a las familias de los activistas. Las matanzas no han desparecido. En abril de 2002, el Tsahal atacó el campamento de refugiados palestinos de Jenín, alegando que su objetivo era la liquidación de presuntos terroristas. Aunque el número de víctimas aún está por determinar, pues las autoridades israelíes han impedido la presencia de investigadores en el lugar de los hechos, Human Rights Watch y Amnistía Internacional, acusaron al Estado de Israel de crímenes de guerra, responsabilizándole de homicidios ilegales, trato degradante a los detenidos, torturas y detenciones arbitrarias, uso desproporcionado de la fuerza, uso de escudos humanos, bloqueo y ataques a la asistencia médica, bloqueo en el suministro de agua y alimentos, destrucción de infraestructuras civiles y de propiedades privadas sin ningún interés militar. El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas corroboró estas violaciones del Derecho Internacional, pero nadie fue juzgado por los hechos. 


Al margen de las acciones militares, el bloqueo impuesto a la Franja de Gaza está afectando gravemente a la salud de sus habitantes. Según el médico noruego Mads Gilbert, que lleva trabajando muchos años en la zona como voluntario, “a consecuencia del bloqueo israelí hay una anemia generalizada entre los niños y las mujeres debido a la malnutrición y la pobreza. La atrofia, según el cual un niño es más de dos desviaciones estándar más bajo de lo que debería ser, está aumentando rápidamente. En 2006, aproximadamente el 13.5% de los niños la padecían. En 2009 la padecen el 31.4% de los niños menores de dos años. Dicho de otra manera, uno de cada tres niños o niñas está menos desarrollado de lo que debería estar. Y la atrofia no solo afecta al crecimiento, también afecta al desarrollo del cerebro y a la capacidad para aprender. Es una consecuencia directa de la malnutrición. Recordemos que no la ha provocado la sequía o un desastre natural, sino un falta deliberada y creada por el hombre de comida y de agua, impuesta, planeada y ejecutada minuciosamente en cada detalle por el gobierno israelí. Incluso han calculado cuántas calorías deben permitir entrar en Gaza para evitar la inanición total y “simplemente” provocar malnutrición hasta que esta llegue bajo el radar de las violaciones de los derechos humanos. De forma similar, se han destruido las plantas para limpiar el agua y las estaciones de bombeo del alcantarillado y de las aguas residuales, y no se han reparado porque no se permite la entrada de piezas de repuesto debido al bloqueo. Las piezas de repuesto llevan dos años en la frontera sin que se permita su entrada en Gaza. También están retenidos contenedores donados por la ONU y Japón para depositar residuos sólidos. En vez de ello, 280 conductores de carros tirados por burros se encargan de recoger manualmente la basura de los 600.000 habitantes de la ciudad de Gaza que, por supuesto, debería tener un sistema moderno. Además, no hay carburante para las estaciones de bombeo de agua. Los cortes de electricidad pueden durar 18 horas al día y la falta de carburante para las estaciones de bombeo de agua significa que el 50% de la población de Gaza recibe agua solo de seis a ocho horas al día cada cuatro días. Así pues, ¿por qué Israel no deja a los palestinos tener agua limpia ni les permite limpiar las aguas residuales? ¿Por qué no les permiten recoger sus residuos sólidos? Está claro que Israel quiere hacer que la vida de la comunidad palestina sea lo más difícil posible para quebrar su resistencia, para humillarlos y conquistarlos”.


El treinta aniversario de la masacre de Sabra y Chatila pasó desapercibido. Ahora todas las miradas están pendientes de la crisis económica que amenaza con hundir en la miseria y el subdesarrollo a los países del Sur de Europa. El sufrimiento empuja a los pueblos hacia el ensimismamiento, pero no debería ser así, pues el dolor ajeno se comprende con más facilidad cuando se experimenta en las propias carnes. Nadie se escapará de la crisis. Francia es el siguiente país en la lista de damnificados y Alemania ya comienza a apreciar los efectos de la Depresión (hablar de Recesión a estas alturas sería ridículo). Sólo la solidaridad internacional puede hacer frente a este nuevo capítulo de la guerra de clases, donde una reducida oligarquía financiera intenta despojar a la mayoría de sus derechos laborales, educativos y sanitarios. Los suicidios provocados por el desempleo y los desahucios deberían ser interpretados como la consecuencia más dramática de un genocidio económico. En esta hora, todos deberíamos sentirnos palestinos, pues la pobreza y el desarraigo ya están entre nosotros. Su larga tradición de resistencia debería servirnos de inspiración. Sus dos intifadas son un ejemplo de coraje y sacrificio. Cerca de 6.000 palestinos perdieron la vida, pero su conciencia como pueblo se fortaleció y su dignidad superó las pruebas más difíciles, acentuándose con el recuerdo de la sangre inocente derramada. Tal vez la mejor forma de honrar a las víctimas de Sabra y Chatila sea arrojar una piedra contra los símbolos de la economía capitalista. Es lo que hizo el intelectual palestino Edward Said el 2 de julio de 2000. A pesar de su elogio del pacifismo, Said no pudo resistió la tentación de lanzar una piedra a los soldados israelíes en la frontera entre Israel y el Líbano. Con 64 años y la salud muy deteriorada por la leucemia, Said explicó su reacción como “un gesto simbólico de irreflexiva alegría”, que celebraba la retirada israelí. Por unos momentos, el profesor universitario, amante de la música y partidario de la no violencia, se convirtió en un activista. Tal vez recordó una de sus propias frases: “Me dirán que la política se ocupa de lo posible, no de lo deseable. No estoy de acuerdo en absoluto”. Ataviado con una gorra de visera, gafas de sol y una camisa blanca, Said sonríe en la famosa fotografía. Quizás su “alegría irreflexiva” deba interpretarse en realidad como un sentimiento de liberación. Al parecer, apuntó a un tanque. Creo que todos nos sentiríamos más libres si imitáramos de vez en cuando su gesto. Nos enfrentamos a gigantes, pero enseñarles que a veces es posible golpearles y llevar el sufrimiento a las puertas de sus hogares, les revelaría que un pueblo en lucha puede convertirse en una marea incontenible.

 
RAFAEL NARBONA