martes, 3 de junio de 2014

De dos males… ¿el más nuevo?

El escritor William Ospina ha sacudido el debate político al anunciar su apoyo a la candidatura uribista
La obra del paramilitarismo uribista en Colombia./http://losimportunos.wordpress.com/
Noticia: recientemente se realizó la Primera Vuelta de las elecciones presidenciales en Colombia. Las dos fuerzas que quedaron calificadas para ir a la Segunda Vuelta fueron: 1- La del candidato del uribismo, señor Zuluaga; y 2- La del presidente en ejercicio, señor Santos. Las organizaciones y grupos de la oposición están enzarzadas en viva discusión sobre si abstenerse, votar en blanco o apoyar al señor Santos, pues el candidato del uribismo es garantía segura de que las negociaciones de paz que se desarrollan en La Habana entre las FARC y el gobierno, serán clausuradas o gravemente lesionadas. De este modo, el tema de las negociaciones de paz se ha convertido en el foco central de la Segunda Vuelta presidencial. En estas circunstancias, el escritor William Ospina ha sacudido el debate político al anunciar su apoyo a la candidatura uribista. El texto de su declaración puede leerse haciendo click en su título: De dos males.
Esta es mi respuesta a la declaración de William Ospina:
De dos males, ¿el más nuevo?
Confieso que no me sorprendió en absoluto la columna de William Ospina en favor del candidato uribista. Lo que a otros ha parecido absurdo a mí me ha parecido perfectamente lógico: que él apoya al representante de la guerra, de las motosierras, de los desplazamientos y del horror, porque “con ellos no es posible llamarse a engaños: si hablan de guerra, hacen la guerra; si odian a la oposición, no fingen amarla”. Digo que me parece lógico, porque desde hace años vengo pensando que un escritor dedicado a reciclar la sangrienta epopeya de los conquistadores en sucesivos mamotretos de caballería tropical, tarde o temprano tiene que terminar rindiendo culto a la feroz dinámica de la conquista.
“Uribe, con su inteligencia, su astucia y su tremenda energía de animal político, se inventó un poder nuevo que benefició muy poco al pueblo, pero que benefició enormemente al viejo establecimiento colombiano que hacía agua por todas partes”. Ponga usted esa frase inmortal en otro contexto, por ejemplo: “Hernán Cortés, con su inteligencia, su astucia y su tremenda energía de animal político, se inventó un poder nuevo que benefició muy poco al pueblo de México, pero que benefició enormemente a la vieja aristocracia española, podrida hasta sus cimientos”. O bien: “Mussolini, con su inteligencia, su astucia y su tremenda energía de animal político, se inventó un poder nuevo que benefició muy poco al pueblo, pero que benefició enormemente al viejo establecimiento que hacía agua por todas partes”. Lo que hay detrás de todo esto, que literalmente se aplica a Hitler y a Franco, es la creencia de que una nueva élite conquistadora (inteligente, astuta, con tremenda energía, sin escrúpulos, violenta e implacable) es mejor que una vieja élite corrupta que hace agua por todas partes. En otras palabras: que es muy bueno que esa vieja élite se caiga de una vez por todas aunque la sociedad entera caiga de la sartén al fuego o directamente al infierno. Fue cabalgando sobre ese sofisma fascista que Mussolini ganó las elecciones, que Hitler ganó la elecciones y que los fascistas rumanos, húngaros y portugueses sostuvieron siniestras dictaduras militaristas durante muchas décadas trágicas.
Se necesita ser un ingenuo admirador de la conquista para sostener que el uribismo, que es la Segunda Conquista (con sus desplazamientos, su despojo de tierras, sus masacres, su odio contra las víctimas, su glorificación de la violencia), es mejor que las viejas élites formadas en la Primera Conquista, como si la renovación de la sociedad colombiana debiera pasar por la renovación del horror y del genocidio.
Pero también se necesita tener una mentalidad de libros de caballería para creer que unas elecciones deciden todo el destino de un país, y no de un país cualquiera, sino de Colombia, donde no vota el 60 por ciento de las víctimas (en Colombia no hay electores, hay víctimas) y donde la inmensa mayoría sigue viviendo según sus propias leyes particulares e individuales sin que se sepa exactamente cuáles son, porque se hace lo que se puede y eso es muy cambiante y muy dinámico. Tanto los amantes de los nuevos conquistadores, como los partidarios de los viejos, como quienes creemos en la necesidad que construir una sociedad nueva, diferente, deberíamos ser conscientes de que el uribismo y sus paracos, sus bacrim, sus urabeños, harán lo que puedan hacer ganen o no ganen las elecciones, y así haremos todos los demás, gane quien gane la segunda vuelta.
Si algunos, o muchos, votan desde la izquierda por el señor Santos, no están votando por la “vieja oligarquía bogotana” (curiosa categoría sociológica inventada para defender a la nueva oligarquía antioqueña, no para defender al pueblo). No. Estarán votando contra los bandidos que hacen política desde la cárcel, porque nunca, jamás en la historia de Colombia, o del mundo, ha habido tanta jefatura de un movimiento político haciendo liderazgo desde detrás de la rejas, donde están por ladrones, fascinerosos y genocidas. ¿Esa es la “nueva élite” que nos propone nuestro ilustre narrador de la épica conquistadora?
Como ya se ha señalado en estos foros, el socialista francés Jean Jaurès, asesinado en 1914 por oponerse a la guerra mundial que se acercaba, explicó: “en la primera vuelta, escogemos, en la segunda, eliminamos”.
Y esto es lo que queremos hacer en esta segunda vuelta, compatriotas. No pudimos escoger lo que queríámos en la Primera Vuelta, pero en la segunda ejerceremos nuestro derecho a eliminar lo que de ninguna manera queremos. No es mucho, pero es algo y, como dice el filósofo Rajoy, algo es algo. No le demos más vueltas ideológicas a este asunto.
O sí: es incompatible ser admirador de los gobiernos “progresistas” de América Latina, que con todas sus deficiencias, errores, limitaciones y dificultades trabajan por el bienestar del pueblo y, al mismo tiempo, ser admirador de los genocidas con su inteligencia, su astucia y su tremenda energía de animales políticos.
Es imposible conciliar esas dos cosas. Decídase, William, por una de las dos, pero no por ambas.
Carlos Vidales
Estocolmo, 1 de junio de 2014