viernes, 7 de mayo de 2010

Sobre una columna de Arias


Juan Gabriel Vásquez

YO QUERÍA TOMÁRMELA EN SErio. Lo juro: yo quería tomarme en serio la reciente columna de Andrés Felipe Arias en El Tiempo.
Se trataba, después de todo, de un ex ministro (por más incompetente que haya sido su ministerio); se trataba además de un nuevo ladrillo en el debate sobre la próxima presidencia. Pero las cosas no salieron como hubiera querido, y tras llegar —heroicamente, todo hay que decirlo— a la última línea de la columna, pasé por dos momentos. Primero, confirmé que Andrés Felipe Arias tiene una visión del mundo preadolescente, carente por completo de cualquier atisbo de análisis adulto. Segundo, me pregunté por qué era necesario confirmarlo de nuevo. Leer esa columna fue como mirar una foto del planeta Marte: es triste que allá no haya vida inteligente.

El tejido de la columna es una mezcla curiosa de retórica de cuartel, ética de Opus Dei y prosa de bachiller desaplicado. Arias nos habla de los terroristas que antes de Uribe avanzaban "oprimiendo la paz y la libertad de todos los ciudadanos". Nos dice que sólo eligiendo la Seguridad Democrática "nuestro país nunca más volverá a ser inclinado por el terrorismo". Nadie niega los logros militares de Uribe, ¿pero no habrá manera de explicarlos hablando en español? Esto de la paz y la libertad que se oprimen como si fueran botones, esto de los terroristas que inclinan países… Si bajamos la voz, tal vez podamos oír las carcajadas que salen de la tumba de Rufino José Cuervo. Pero a Andrés Felipe Arias habría que explicarle quién era Rufino José Cuervo. Es que en el ministerio no había diccionarios.

De los atentados inverosímiles contra el idioma pasa Andrés Felipe Arias a atentar contra nuestra inteligencia. Yo caí en la trampa, debo confesarlo: cuando Arias dice sin parpadear que sólo con un nuevo gobierno uribista habrá ingreso para todos, que sólo con un nuevo gobierno uribista habrá legalidad, pensé que la columna había dado un giro inesperado (pero interesante, eso sí) hacia el humor. Luego me di cuenta de que no era así: de que Arias cree en realidad que la legalidad está del lado de las escuchas ilegales, los falsos positivos, los grupos de informantes, la venta de las notarías, la corrupción de los congresistas, la violación de las disposiciones electorales y el uso en general de la Constitución como papel higiénico. No sólo eso: Arias cree también que un tipo como él puede asegurar que habrá ingreso. Será la experiencia que le da haber hablado tanto de ingreso seguro.

Yo quería tomarme la columna en serio. Cuando Arias revela que "el terrorismo no dispara con pétalos, sino con balas", me pregunté si era necesario descender a los ambientes de Paulo Coelho para decir lo que todos los colombianos ya saben: que los violentos son el enemigo. Cuando nos dice que "Álvaro Uribe nos mostró el camino" y que "de ese camino no nos podemos desviar", me pregunté si esa mezcla de Escrivá de Balaguer con tarjeta rosada de Hallmark es lo que en el mundo de Arias equivale a exponer un proyecto político. Pero es un error: tomarse en serio a Arias es un error. Sí, ya sé que el ex ministro no carece de apoyo entre la gente. Pero también sé por qué: porque su caso es el ejemplo perfecto de democracia. Así es: si la persona que escribió esa columna llegó a ser ministro, cualquiera puede. Cualquiera.

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