viernes, 9 de abril de 2010

Desafío al establecimiento


Si las tendencias políticas siguen el curso que llevan, la opinión pública se va a polarizar en dos bandos: uno que se preocupa por la seguridad, interesado en resultados económicos y relativamente indiferente a problemas como los de violación de los derechos humanos o la pobreza, que tolera el clientelismo y está conforme con que la cosas sigan más o menos como están. Es el bando del establecimiento político y económico colombiano, que además cuenta con el apoyo resignado de la extrema derecha.

El otro se preocupa mucho más por el imperio de la ley y la efectividad de la justicia, por la equidad y la pobreza, por la violencia y el desorden. Refleja las necesidades de cambio y aspira a una sociedad en paz, no por virtud de la fuerza o de la represión sino por el imperio de la ley y la armonía social. Es el bando de la clase media urbana educada y de la juventud, que quieren creer en algo y aspiran a una sociedad mejor. En este medio está surgiendo un entusiasmo y un interés en la política y el cambio comparable al que dio lugar a la séptima papeleta y a la Constitución, a principio de los 90. La elevada e inusitada votación que obtuvo el Partido Verde en las últimas elecciones, que era un secreto muy bien guardado, evidencia y al mismo tiempo simboliza la vigorosa voluntad de cambio.

Santos es el candidato indiscutible del Establecimiento y del clientelismo. Cuenta con el apoyo irrestricto de una buena porción del sector empresarial y de los poderosos tradicionales, con el respaldo de Uribe y el de su coalición de línea dura. Ni Noemí, ni Pardo, ni Vargas Lleras llenan, como lo hace Santos, los requisitos para ser paladín del Establecimiento y el continuismo. Pero tampoco convencen como líderes del bando que quiere cambiar la política e imponer la "legalidad democrática", a pesar de haber hecho méritos para atraer electores con esa orientación.
Pardo no ha ocultado su deseo de militar en la izquierda liberal, y Vargas Lleras ha sorprendido con su interés por el empleo y su liberalismo social. Pero los dos parecen destinados a ser opacados por Juan Manuel en el campo pro establecimiento político, y no surgieron a tiempo o con suficiente credibilidad para atraer a los del otro lado.

Petro lo intentó y tuvo un cierto éxito en suavizar su imagen, pero esta no es una polarización de izquierda-derecha. Lo que busca la clase media de la segunda década del siglo XXI es orden, respeto a la ley, armonía social y poca tolerancia con la corrupción. Mockus, que ha sido un político bastante errático porque no había podido, hasta ahora, crear una personalidad política con impacto nacional, parece estar capturando esta vez, con la ayuda de Peñalosa y Lucho, y el empujón de Fajardo, todo el sentimiento antiestablecimiento y anticorrupción que está buscando un líder que no sea de izquierda y no promueva la violencia.

Noemí era hace pocos días la favorita para llegar a la segunda vuelta a enfrentarse con Santos, pues se esperaba que fuera menos implacable y más conciliatoria, especialmente en lo referente a Venezuela. Pero una vez surgió un desafío al Establecimiento y al clientelismo, proveniente de una burguesía urbana que pretende hacerse cargo con el ánimo de establecer un Estado democrático regido por la legalidad, la opción de un uribismo moderado desaparece.

Mockus todavía puede cometer muchos errores, pero ha despertado un entusiasmo que no se sentía hacía décadas y mucha gente está dispuesta a apoyarlo, conscientes del riesgo, porque están cansados de corrupción y de arbitrariedad. En el paradigma de la política, como la familia, se está dando la transición de la autoridad del padre hacia la del maestro, que ojalá no se ponga muy creativo. Lo que sigue es concretar políticas, hacer alianzas y sostener el interés de los electores. Santos tiene la ventaja de ser el que ya llegó; pero los que lo desafían poseen el atractivo de querer desbancarlo a él y lo que representa.

Rudolf Hommes

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