Por Antonio Caballero
Olga Cecilia piensa publicar más detalles de sus aventuras "en un libro que saldrá pronto al mercado". Habrá que comprarlo, para conocer nuestra historia.
Yo no sé si las cosas que pasan en Colombia son ciertas, pero no me parecen verosímiles. Y sin embargo las cuentan, con la cara seria, los más serios personajes: presidentes de la República, altos magistrados de las Cortes, arzobispos de la Iglesia, generales del Ejército y de la Policía. El Registrador, por ejemplo, acaba de informar que circulan por ahí las cédulas de un millón quinientos mil colombianos muertos que pueden ser definitivos (no se sabe si a favor o en contra) en el referendo reeleccionista del presidente Uribe. Todo lo relacionado con ese referendo es inverosímil: el hecho mismo, el texto redactado, los dineros recaudados, las contribuciones de hampones conocidos. Hasta las firmas deben ser ficticias: las reconoció el mismo Registrador que habla de las cédulas perdidas, así que a lo mejor son firmas de muertos, como las que en los más terribles tiempos de la violencia liberal-conservadora de hace medio siglo denunciaba Laureano Gómez: "¡Un millón ochocientas mil cédulas falsas!".
Todo es inverosímil, digo. Miren ustedes, por ejemplo, la última portada de la revista Cambio. Es cierto que últimamente se ha venido especializando en revelaciones rocambolescas sobre un estrambótico personaje que compró media Colombia y unas islas del Caribe con una fortuna amasada vendiendo televisores en La Hormiga, Putumayo. Pero lo de esta vez es más extravagante incluso que la historia aquella del brujo mentalista que manejaba por hipnotismo la Fiscalía, o que lo del Procurador que absuelve delitos como si fueran pecados veniales, a golpes de flagelo y pinchos de cilicio. La revista Cambio, insisto, es seria. Su director es un respetado ex canciller de la República. Su propietario es una de las empresas más tradicionales del país: la Casa Editorial El Tiempo, creada hace casi un siglo por un entonces futuro presidente de la República y recientemente convertida en "socio estratégico" de una de las más poderosas editoriales de España. Sus periodistas figuran entre los mejores del país. ¿Y qué saca esta semana Cambio en la portada?
La foto de una jovencita casi impúber, llamada Olga Cecilia Vega Cubillos y a quien el titular designa como "la emisaria de la CIA". Ninguna otra imagen suya aparece en las nada menos que seis páginas de reportaje que le dedica la revista, pero ella misma nos hace saber que no es tan joven como parece, pues ha tenido que separarse de sus hijos a causa de "las persecuciones de los organismos de seguridad del Estado". Persecuciones desencadenadas por su participación -una "gestión humanitaria" y no remunerada- como intermediaria entre la CIA, el FBI y el gobierno de los Estados Unidos por un lado y, por el otro, el Secretariado de las Farc a través del difunto comandante 'Raúl Reyes', de quien ella niega haber sido amante, en la negociación que a espaldas del gobierno de Colombia pretendía canjear a los dos militantes de las Farc detenidos en cárceles norteamericanas, 'Sonia' y 'Simón Trinidad', por los tres pilotos mercenarios norteamericanos que las Farc tenían secuestrados en la selva. ¿Cómo llegó esta muchachita tan lejos y tan alto? Se lo cuenta a los redactores de Cambio en entrevista telefónica desde su asilo político, con toda sencillez:
- Después de haber trabajado en la radio, en la Secretaría de Salud del Huila como jefe de prensa, y en el Instituto de Salud del Caquetá en el mismo cargo.
¿Inverosímil? No. Estamos en Colombia. En el mismo país del hermano de la periodista Olga Cecilia Vega, del misterioso fotógrafo Baruch Vega que desde su apartamento en Miami ha sido el intermediario y organizador de todas las negociaciones entre los narcotraficantes colombianos y las autoridades de los Estados Unidos.
Como es apenas lógico, la joven Olga Cecilia piensa publicar más detalles de sus aventuras "en un libro que saldrá pronto al mercado". Por eso las partes más jugosas -nombres, etcétera- no las revela en la entrevista de seis páginas que le concede a la revista Cambio: como ella misma dice, "le quitaría sustancia a mi libro".
Habrá que comprar el libro, pues, para conocer nuestra historia. Como hay que comprar también el de los mercenarios gringos, y el de Clara Rojas, y el de Íngrid Betancourt, y el del brujo de la Procuraduría, y la recopilación de los diarios de la radioperadora del 'Mono Jojoy' hallados en una caverna en medio de la selva, y los mensajes electrónicos del computador de 'Raúl Reyes' rescatado de las ruinas humeantes del campamento guerrillero bombardeado en la frontera del Ecuador, y los otros mensajes, de signo contrario, almacenados en el computador del contador del comandante narcoparamilitar 'Jorge 40'.
Y, por supuesto, en cuanto terminen de filtrarse, los textos de las chuzadas telefónicas del DAS, de la Casa de Nariño, y del Ministerio de Defensa.
Nos vamos a enterar entonces de cosas increíbles. Pero ciertas.
semana.com
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